Un vigilante nocturno encontró a los amantes durmiendo en un nudo de brazos y cabellos, envueltos en la espuma de un arruinado traje de bodas, en una de las salas del Museo Guggenheim en Bilbao. Eran las cinco de la madrugada, tal como sostuvieron primero el vigilante y luego los policías. El detective agregó en su informe que regadas por todo el edificio había señales inconfundibles de una bacanal. Aunque jamás había asistido a una -hecho que secretamente lamentaba- su experiencia en toda suerte de vicios humanos le permitía detectar las huellas sin asomo de duda. La forma en la que la atrevida pareja penetró al museo y permaneció allí, nunca quedó clara; los detenidos aseguraron haber pasado la noche adentro, pero los indignados guardias juran hasta hoy que eso es imposible, ya que ellos rondan sin descanso. Además, explicaron, las cámaras de televisión espían hasta el último pensamiento y las alarmas infrarrojas se disparan a la menos provocación. El museo está provisto de ojos mágicos que al parpadear activan una bullaranga de fin de mundo, alertando a la policía, a los bomberos y al director, hombre de constitución nerviosa, agobiado por el peso de la responsabilidad. Ni una cucaracha pasa desapercibida en el Guggenheim, aseguran los expertos en seguridad, mucho menos un par de locos explosivos como aquella pareja.
— Yo no vi un alma en toda la noche -dijo el muchacho cuando recuperó el entendimiento en una clínica de rehabilitación, once horas más tarde-.
Se lo habían llevado los para-médicos en una camilla, cubierto como un cadáver, pero todos pudieron vislumbrar las formas de su cuerpo bajo la sábana. Por arriba arrastraba el cabello castaño. Entre tanto dos uniformados condujeron al otro muchacho, desnudo y esposado, a un carro policial. Los testigos quedaron conmovidos y envidiosos.
— De vigilantes, nada, hombre. Esos hombres estarían jugando cartas o mirando la televisión. Medio mundo estaba anoche frente a la tele, por el escándalo del Papa, ¿sabe? Él y yo anduvimos por todas partes persiguiéndonos como conejos, yo tal como mi madre me echó al mundo y él siempre con su traje de novio, porque no pude desabrocharle esos botoncitos de pulga -corroboró más tarde el joven de cabello oscuro, detenido en el cuartel de policía.
El detective recuperó las flores marchitas del ramo nupcial, que se hallaban desparramadas en los diversos pisos. Las rosas, que fueran blancas en su estado virginal, yacían por los suelos de mármol convertidas en amarillentos moluscos, impregnando el aire del Guggenheim con un olor imposible a tumba de cortesana. La justicia sólo podía castigar a la pareja por permanecer dentro del edificio después de la hora del cierre, un delito menor, teniendo en cuenta que aparte de ensuciar un poco los pisos, no hicieron daño; al contrario, según testimonio de los empleados, al día siguiente todo resplandecía como bañado de luz solar, aunque afuera seguía lloviendo sin tregua. Había llovido la semana entera.
— Por eso entramos, por la lluvia. -dijo el muchacho de ojos celestes-. A mí la humedad me encrespa mucho el pelo.
— ¿Por qué ibas vestido de novio? -lo interrogó el detective-
— Porque no tuve tiempo de cambiarme.
— ¿Dónde se casaron?
— ¿Quiénes?
— Tú y Blaine Anderson -masculló el policía, haciendo un tremendo esfuerzo por permanecer calmado.-
— Y ése, ¿quién es?
— ¡Quién va a ser, hombre! Tu marido o tu novio, en fin, el tipo que estaba contigo en el museo.
— ¿Se llama Blaine? Bonito nombre. Es un hombre muy viril... ¿no le parece, inspector?
— Volvamos al principio. ¿Dónde y cuándo se conocieron?
— No me acuerdo. Las copas no me sientan bien a la cabeza, me tomo dos y me pongo como bobo.
— Eso es evidente. Estabas completamente intoxicado.
— De amor...
— De amor dices, pero no sabes con quién estabas jodiendo en el museo.
— Ni idea.
— ¿Cómo entraron?
— Por la puerta, claro.
— O sea, se introdujeron al establecimiento a la hora en que aún estaba abierto al público.
— No, ya estaba cerrado, me parece...
En su testimonio Blaine Anderson, el afortunado joven a quien la prensa llamó "el mago del amor", aseguró también que el museo parecía cerrado, por ellos no tuvieron problema alguno para entrar, empujaron la puerta y éstas cedieron blandamente.
— Entramos sin problemas -repitió Blaine por centésima vez, fiel a su primera versión.-
— ¿Y qué pasó entonces? -inquirió el detective-
— ¿Pretende que le cuente los detalles, inspector? Amarnos toda la noche, eso es lo que hicimos.
— ¿Dónde y cuándo conociste a Kurt Hummel?
— ¡Conque así se llama! Kurt...
El inspector concluyó que los transgresores no se conocían antes de cometer el delito y debió admitir, a regañadientes, que no hubo premeditación ni alevosía en sus actos.
— Repito: ¿dónde se conocieron? -insistió el detective-
— En la barra del bar de Íñigo y apenas lo vi me llamó la atención -dijo Blaine Anderson en su testimonio.-
— ¿Por qué? -preguntó el detective-
— Bueno, no se encuentran a cada rato hombres vestidos de novio, llorando y bebiendo como cosacos en un bar.
— ¿Qué hiciste entonces?
— Le hablé. Él me lanzó una mirada y me enamoró. Así nomás fue, se lo juro. Sus ojos celestes se me clavaron en el corazón. Se lo digo, inspector, nunca me había pasado algo así. Sentí un corrientazo brutal, como meter el dedo en un enchufe.
— ¿Y él?
— Él puso la cabeza en mi pecho y siguió llorando. No supe qué hacer. Después de un rato lo llevé al baño y le lavé la cara. Le pregunté por qué lloraba tanto y me dijo que su novio era un cretino sin remedio. Entonces le ofrecí casarme con él ahí mismo.
— Estaban ebrios, claro.
— Él estaba un poquín mareado, pero yo no bebo. Al bar fui sólo a cobrarle a Íñigo una apuesta.
— ¿Qué te contestó él?
— Dijo que bueno, que se casaría conmigo para aprovechar el traje. Después me besó de lleno en la boca. Lo besé también, ¿no habría hecho usted lo mismo? No podíamos despegarnos, nos besábamos apurados, desesperados. Fue amor a primera vista, como en el cine. Entonces interrumpió el pesado de Íñigo y nos echó a la calle, dijo que nos fuéramos a un hotel, que éramos unos desvergonzados. Nos fuimos, echamos a andar sin rumbo. Se largó a llover suavecito y no teníamos paraguas; lo cubrí con mi chaqueta, pero no había modo de evitar que se le arruinara el traje. Quise llevarlo
a mi piso, pero me acordé que mi madre estaría con mis tíos. Entonces el museo se me apareció por delante, se me ocurrió que allí podíamos cobijarnos y corrimos por esa larga explanada que hay frente a las puertas del museo. No había nadie, lo que se dice nadie, inspector. Apenas tocamos la puerta se abrió, invitándonos a entrar. Él me besó de nuevo y me dijo que quería cruzar el umbral en brazos, como un novio de verdad. Ahora sé como es la locura del amor, inspector. Yo nunca había...
— ¿Vas a decirme que no averiguaste su nombre ni por qué andaba vestido de novio? -lo interrumpió el detective-
— No se me ocurrió, es la verdad, inspector. Además yo no soy un hombre de muchas palabras, voy directo al grano, ¿me entiende?.
*
— Fue como si nos conociéramos de siempre, inspector, como si hubiéramos estado juntos en otra vida. Al momento de cruzar el umbral del museo fue como si estuviéramos casados. ¿Se imagina, inspector? Así es el destino. Si no salgo escapando de la iglesia y no entro en ese bar, no habría conocido nunca el amor verdadero. -agregó-
— Eso no es amor, hombre, es lujuria, es puro delirio etílico. ¿Cómo explicas que ustedes dos pasaran la noche entera dando brincos por el museo y no quedaran grabados en las cámaras de vídeo?
— Tal vez nos volvimos transparentes... ¿No sabe que el Guggenheim está embrujado, inspector?
— ¿Qué brutalidades dices? ¡Es el museo más moderno del mundo! -lo interrumpió el detective- Ese edificio está erizado de alarmas. No me explico cómo ninguna funcionó.
Los rumores habían circulado apenas comenzó la construcción del edificio: decían que era humanamente imposible hacer algo de tal belleza sin pactar con las fuerzas del Otro Lado.
— ¿Está seguro de que estábamos en el museo? Se lo pregunto en serio, inspector. Si estaba cerrado, como dice, y si no sonaron las alarmas, tal vez nunca estuvimos allí. La verdad es que donde hicimos el amor no parecía un museo, lo recuerdo como un palacio de cristal, como los de las películas. Por las ventanas veíamos caer diamantes, había una música de cascada...
— Lluvia, hijo, era lluvia.
— Usted dice que nos metimos en el Guggenheim, pero yo le digo que estábamos en un lugar fantástico, no había paredes, sólo vastos espacios de luz. Créame, eran salas imaginarias, palpitantes y mórbidas. No sólo se oía el agua, estoy seguro de que algo vibraba en el aire, como un murmullo, como ese río de palabras que se dicen sin pensar cuando uno hace el amor. ¿Sabe a qué me refiero?
*
— Así que no le preguntaste el nombre al chico. -dijo el inspector-
— No hubo tiempo para mucha conversación, estábamos algo ocupados, ¿sabe? -dijo el muchacho de cabello oscuro-
— Haciendo el amor como perros -lo interrumpió el inspector-
— Como ángeles, diría yo. ¿Vio que lindo pelo tiene? Pura seda, como de muñeco.
Era época de elecciones, había problemas con los terroristas y huelgas del Servicio Nacional de Salud, la situación no daba para perder el tiempo con enamorados mágicos. El Guggenheim no era más que un museo y ¿a quién le importaba el arte? Si los chicos hubieran violado la seguridad del Banco de Bilbao, eso ya sería otra cosa. Pocos días más tarde el detective cerró la carpeta del caso y la colocó al fondo del armario de los asuntos indefinidamente postergados, donde la lenta piedra de moler de la burocracia acabaría por reducirla al polvo.
En cuanto a los protagonistas de aquel escándalo de amor, digamos que simplemente cuando Kurt Hummel recogió el traje de novio de la tintorería, Blaine Anderson lo esperaba en la esquina con un ramo de rosas frescas en la mano.
Mundo cerrado, heridas abiertas.
Necesito más amigos con alas, todos los ángeles que conozco ponen en concreto en mis venas. Siempre caminaba a casa sola, y me convertí en alguien sin vida, como mi teléfono.
Nunca jugué verdad o consecuencia, tendría que haber comprobado mi espejo para ver si todavía estoy aquí. Mis padres no tenían idea, de que comía todas mis comidas sola en el baño.
Los profesores decían: sólo es una etapa. Que cuando creciera, probablemente mis hijos harían lo mismo. ¿Quién hubiera sabido que ésto me pondría bajo tierra tan joven?
No hay nada que perder, cuando nadie sabe tu nombre. No hay nada que ganar, pero los días no parecen cambiar. No hay nada que perder, mi cuaderno lo explicará. No hay nada que ganar, y no puedo luchar contra el dolor.
Y morí justo hoy.
Todo está mal.
Todo está mal otra vez. Siento que los días pasan, pero mi vida se ha detenido. Me volví frágil, pequeña y vulnerable. Expuesta a mis miedos, a lo que más huí por tanto tiempo. Nada me sorprende, nada me llena, nada acapara mi atención. Estoy perdida en mis pensamientos. En mis malos hábitos. No soy nada de lo que era antes, todo está mal otra vez.
Sala Samobójców.
"Yo no entiendo a la gente que se suicidan. Uno tiene que tener coraje para vivir. Son cobardes. Narcisistas egoístas, que piensan que todo el mundo gira alrededor de ellos. ¿Cómo se puede regalar el don más preciado que tiene? ¿Cómo se puede hacer eso a ti mismo y a tus seres queridos? No entiendo eso. Yo no quiero. Usted vive para dar a los demás, tanto como sea posible ". - Dominik Santorski.
Fine. Fine. Fine.
Quiero estar SOLA. Que feo se siente saber que sólo el personaje de una película supo entender cada cosa que siento..
IFUCKINGMISSYOU
No me alcanzan las palabras para expresar lo mucho que te echo de menos. Que loco ¿no? Quien diría que te iba a querer tanto, si el día que te conocí me hubieran dicho esto, no lo hubiera creído, me resultaría una locura. Pero acá estamos, sos como un hermano para mi. Cuando me sentí para la mierda, fuiste una de las pocas personas que me dijo ''Al carajo con todo, seamos felices'' y si, lo fuimos, haciendo bardo, riéndonos como idiotas. Y ahora me haces falta. Sos un chabon de oro, soy muy feliz de haberte conocido y haber formado parte de tu vida...
Te extraño, Dilan♥.
Fuck.
Nunca me ocurrió algo así, pero no tolero ir a la escuela. Ya no es el tema de las materias, como había sido durante mis 14 años de vida... si no las asquerosas mentes retrogradas que la manejan. Detesto que quieran moldearme para una sociedad que aborrezco, no hay anda de malo en mi, si simplemente dejaran de ser tan superficiales verían que no soy tan diferente. Que estética e ideologicamente no sea otra de esas pendejas ilusas que rondan por los pasillos, no significa que sea mala. Detesto que intenten hacerme cambiar, no soporto estar en ese curso lleno de idiotas, ver entrar a los directivos dirigiéndome una mirada evidente, dándome sus charlas sobre 'apariencia', diciéndome que en la vida hay que adaptarse a ciertas normas... ¿NORMAS? Si no te gustan las reglas, no las cumplas. Esa es mi norma. A la escuela se va a estudiar, no a tener ganas de hacer una masacre.
No quiero salir, no quiero hacer nada más que dormir y estar en la computadora. A veces ni eso me conforma... simplemente quiero no estar. No soporto esta nueva mierda, no me gusta estar tan sola, sin amigos, sin un puto lugar a donde ir...
No quiero salir, no quiero hacer nada más que dormir y estar en la computadora. A veces ni eso me conforma... simplemente quiero no estar. No soporto esta nueva mierda, no me gusta estar tan sola, sin amigos, sin un puto lugar a donde ir...
Soy esa persona que perdona a todos los que se enojan con ella. Soy esa persona que tiene miedo de estar sola. Soy esa persona que actúa como si fuera fuerte, pero en realidad, siente ganas de llorar todo el tiempo. Soy esa persona que dice que sí a todo porque no me gusta decepcionar a la gente. Soy esa persona que trata de ser amable con todos pero después no me valoran. Soy esa persona que siempre trata de expresar como se siente, pero tiene miedo de ser rechazada. Soy una persona que se encariña rápido, pero siempre me terminan decepcionando. Soy esa persona que todo el mundo cree saber, pero en realidad, no me conocen como en realidad soy. Mamá me hubiera gustado ser bonita, para que todos te halagaran por la hermosa hija que tienes, o mejor, hubiese querido ser buena en algo, para que fueras orgullosa diciendo todos mis logros.
Soy la chica que está detrás del monitor, la que alguna vez se quiso suicidar y no tuvo el valor. La que prefiere evitar llorar adelante de los demás. La que a veces quiere gritar todo, pero no dice nada. La que a veces quiere estar sola porque siente que es un desperdicio de espacio. La que siente a veces que debe irse de casa porque piensa que su familia estaría mejor sin ella. La que una vez dijo "preferiría no haber nacido". La que se acompleja por su cuerpo. La que derrama lágrimas antes de dormir. La que se cansó de ilusionarse y ahora es negativa. La que no confía por miedo que la lastimen. La que prefiere guardarse todo para sí, para no aburrir a otras personas con sus problemas.
Sí, esa soy yo.
Sí, esa soy yo.
A los diez años la vida es un cuento previsible, los malos son feos, infelices y terminan mal; los buenos son lindos, felices y comen perdices. También es un juego donde los hijos son muñecos o peluches, una juega a la mamá, al ama de casa…Que distinto cuando vemos que la vida no se ajusta a ese juego infantil…No, la vida es otra cosa, la diferencia entre malos y buenos es más sutil que una cara bonita y un final feliz, la verdadera lucha entre el bien y el mal ocurre cada día en nuestro interior.
Uno crece y el juego se vuelve más serio; ay…quien pudiera vivir cantando como un chico, ay...quien pudiera eternizar el juego, vivir por siempre en un cuento de hadas; ay…quien pudiera ser por siempre chiquitita.
Mi chiquita, es lo único puro que me queda. Mi vida es mi chiquita.
Yo traicione a esa chiquita que fui, ya no queda de ella ni su inocencia, ni su valentía, sus sueños, ni la esperanza de algún día encontrar a su papá.
Yo ya no puedo volver a esa chiquita que fui…no me queda otra que ser esto que soy.
Uno crece y el juego se vuelve más serio; ay…quien pudiera vivir cantando como un chico, ay...quien pudiera eternizar el juego, vivir por siempre en un cuento de hadas; ay…quien pudiera ser por siempre chiquitita.
Mi chiquita, es lo único puro que me queda. Mi vida es mi chiquita.
Yo traicione a esa chiquita que fui, ya no queda de ella ni su inocencia, ni su valentía, sus sueños, ni la esperanza de algún día encontrar a su papá.
Yo ya no puedo volver a esa chiquita que fui…no me queda otra que ser esto que soy.
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